editorial-03

Después de leer una y otra vez a Sennet conseguí leer el texto de Nancy (Jean Luc) sobre la concreción. Me gusta mucho su idea sobre la materialidad. La materia como “diferencia”. Me gusta su fenomenología del tacto. Me gusta la idea de la diferencia material , del sentido que porta lo singular, la cosa singular exhibiendo esa condición material o viceversa. ¿Quién exhibe a quién? La cosa singular su materialidad? O La materialidad la singularidad de su condición de cosa? Porque la singularidad es claramente material. Solo el tacto de ese cuerpo, tal vez sujeto, con suerte algo de un sujeto, pueden habitar esa materialidad. Me pregunto una y otra vez cuanto es capaz de abrirse el sentido a esa materialidad. A esa concreción de lo singular.

Últimamente me muevo dentro de los límites materiales de los marcadores de colores actuando sobre el papel. Dibujo con lápiz, prefiero un trazo fino, o una microfibra muy muy fina para delimitar algunas formas que pinto con marcadores. Siento una enorme atracción por los motivos vegetales que se me van presentando a diario, sobre todo en los libros de botánica. Me sorprendo observando y calcando muchas de las formas de esas síntesis visuales o gráficas ya realizadas pero con otro fin. No tengo idea de cuál sea el fin de volver a trazar estos límites o estas morfologías. Están destinadas sí, a ser tinta de marcador sobre papel. Superficies pintadas que se yuxtaponen. Movimientos de trazos que rellenan esas áreas siempre en incompetitud. Porque hay algo atrayente en el dejarme sentir ese movimiento que también es tacto y también es visual. Es atractivo sentir esa materialidad del color. Hay un ir y venir constante entre la experiencia empírica y la experiencia del pensamiento. El hacer intensifica esa transición. El pensamiento está hecho también de ese frotado que lleva a cabo la fibra del marcador, sostenido por mi mano derecha. Está de cada matiz. Incluso ocurre que el marcador se seca. Los guardo dentro de la cartuchera que me regaló Coti. Hay algo extraño que tiene que ver con la posesión de los marcadores. Como una especie de pulsión acumuladora. Me gusta abrir la cartuchera y ver que están allí, todos juntos esperando a que los use. Su desgaste en cierta medida es algo que tensiona la posibilidad de la existencia material del acontecimiento de las superficies pintadas. Porque hay una sensación de pérdida en el acto de la pintura, del trazado mismo. No saber cuándo se agotará la tinta de esa fibra o fibrón. Me pregunto al igual que Sennet, “qué nos enseña de nosotros mismos el proceso de producir cosas concretas” (Sennet, El Artesano, p.19). Sin duda hay un aprendizaje en el acontecimiento con los marcadores. Hay una preocupación por las calidades y las cualidades del trazado, de la fijación cromática. Una apertura a los sentidos, al placer que encierra el hacer en el tiempo, al placer del descubrimiento también de ciertas fallas en los procedimientos en cuanto a la previsión de las relaciones de yuxtaposición.

Mi plan es –dentro de un proceso de trabajo en torno a los pattern- desarrollar una clasificación de yuxtaposiciones cromáticas con marcadores al mismo tiempo que ello me permita un registro de los accidentes y los errores que dicha práctica y clasificación habilitan. (falta escaneo de los ejercicios con marcadores).


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